jueves, 24 de octubre de 2013

Animales nocturnos


© Elena Oganesyan


Ella me dice
debería dejar de intentarlo un poco
dice nosequé del nacimiento y de estar harta
de llevar siempre las mejillas debajo de los ojos

(Tiene
−y debéis creerme−
unos ojos de lo más bonitos
verde y azul y cuerno y sangre
ventisca y amapola
naranja circunferencia
ojo de mirlo herido y de hecatombe)

Ella sabe
como yo
de nombres

Y sabe
de la fría sepultura del desierto
más allá de cualquier noche estremecida
de cualquier lamento húmedo
cualquier plegaria
cualquier ceniza

Dice no saber de invocaciones

Dice nosequé de las ciudades enterradas
del arcén que antes fue hombre
y que no recuerda qué es ser dios
−y lo sabía, me jura
perpleja,
juro que lo sabía−
de la niña aquella, tan hermosa
más hermosa incluso
dice
que un suicidio entre la nieve
(Ella sabe también del hambre aquella
del color pardo y oscuro de la sed)

Tanto miedo
aún
y tanto

Detrás del amor está la muerte
dice

Detrás del aire

pero tiene las manos más fuertes
que he visto, y se lo digo
pero ella no me escucha
ya
no me escucha de nuevo

atravesando esta noche inmóvil
sus pies dos palomas blancas que no saben que lo son
yo la sigo simplemente
y sólo sé bien una cosa

Alejandra
digo
Alejandra

mas ella no vuelve la cabeza
demasiado concentrada en apreciar lo inapreciable
devastadora belleza
olvidada del tiempo
doncella
horadada
del tiempo
de lo mismo

A veces, pienso
debería decírselo
debería contárselo algún día
Pero luego pienso
aún camina y sueña y canta


y qué es la muerte
más que saberte muerto


qué es la muerte



más que dejar de tropezarse con el nombre de las cosas.





lunes, 21 de octubre de 2013

Novilunio


Nunca pensé
«ha de reposar aquí mi carne herida»
porque aquel sol nunca fue más terrible que el Sol
y la noche ha de brotar de carne a carne hoy como la lluvia helada
acariciando las percepciones de la sombra
implantando el dulce imperio de lo negro.

El Sol
como nada pudo entonces
nada ahora.






jueves, 17 de octubre de 2013

Mitología


© Kristen Hatgi


Sabes, en esencia
sé que existes por la medida en que te amamos
la medida exacta y pulcra en la que te llegamos a odiar

la cantidad innata de ternura y monstruo que arrastras
tus andares de gorrión solemne
tus pequeños sueños de inmortales
amada bestia mitológica
detestada criatura inexistente

Y pese a todo
ya ves
habitas esta transparencia tan oscura

Ese miedo exagerado
esa ruina exagerada

Yo te continuaré leyendo mientras mentas a los dioses
acurrucada y viva y frágil como quien aguarda un alba oscura
tus ojos grandes
tu lamento lento

Pero al menos dime
qué esperas, qué aguardas
cuando atisbo tras tus ojos esa chispa de locura
cuando te caes
cuando te alzas
finalmente alguna vez tal vez siquiera
no te has dado por vencida de vencerte, mi querida cocatriz

dime si hay acaso allí algo que ansías
cuando miras cómo el sol se muere lentamente
(tus pasos se detienen
como en trance inclinas la cabeza)
silenciosamente muda

manchando con tu sangre el horizonte.





martes, 15 de octubre de 2013

Wilderness


Y claro, por supuesto que es de nuevo esa vieja historia
la que me hace recolectar aún hoy las conchas rotas
como si permanecer intacta e incorrupta fuese la abominación más grande

la que nos habla de cómo gritábamos al sentir la vida creciendo hacia dentro
clavándosenos hondo
haciéndonos sangrar
mientras reíamos
−porque era así, aun siendo herida
riendo
siempre riendo−

y de cómo te entretenías
escarbando pacientemente con el cuerpo hasta arañar la cara oculta del sentido
abarcando la tormenta entre los hombros
trazando símbolos arcanos en la espalda suave de las mariposas.




Ahora
cayendo
como caen las cenizas
hacia arriba
siempre hacia arriba.






lunes, 14 de octubre de 2013

R.E.D.





Nosotras, que somos hijas de Hécate.

Nosotras, que sabemos del morder del cielo helado en las entrañas
que nos detenemos en las arenas rotas de los cuerpos
como se detienen las estaciones en la tierra, desencadenando el bronce.
Nosotras, que no nos perturban las flores de los sexos
sino para explorar tersuras y placeres
interminables abismos de geometría oscura
saladas y embriagadoras auroras boreales.

Nosotras, que sabemos que los ángeles no son abstemios ni esquivos.
Nosotras, que por línea estelar amamos como endemoniadas
que nos preñamos de la pasión y la belleza
y damos a luz monstruos de encanto enloquecedor.
Nosotras, que nos vestimos de los colores de la muerte −vetusta soberana−
para celebrar la Vida
y que nos adornamos con los esmaltes de la vida
para acariciar la Muerte.

Nosotras, que detestamos el olor de vuestra sombra.
Nosotras, que os odiamos con toda la indiferencia que nos cabe en los colmillos
que os compadecemos a veces el tiempo justo cuando os vemos adorando la basura.
Nosotras, que hemos sido asesinadas por vosotros, raza deforme
aguardando desahuciadas a que las horas abandonen el recodo hueco del minuto
descifrando esos sonidos que no entendemos en vuestra lengua esclava.
Nosotras, por vuestra causa
sangrando como una orgullosa bestia descomunal
respirando un aire de otra parte
delicioso, yugular, intransferible.

Hemos jugado a vuestro juego, pero estamos cansadas.
Y vosotros pensáis que van a importarnos los nombres que nos deis
preocuparnos, a estas alturas
por          vuestros          nombres
especie sumisa, que no sabéis del verdadero filo de las cosas
que no sabéis amar sin amputaros de miedo
os seccionáis vuestra garganta cuando nos arrojáis vuestros cuchillos

Pensáis que podéis quemarnos más alto
más fuerte
y creéis que nos importa
pero sabéis
Nosotras
ya no somos niñas
Nosotras
ya no somos nuevas almas
Y sabéis
Nosotras
sabemos
que cuando invocamos os arrastráis por un segundo más de Danza
sabemos
que cuando reímos suspiráis por lamer la sangre seca en nuestros dientes
Albergamos un jardín, maldita escoria
vosotros tampoco sabéis qué Nombre me enjoyaba las heridas
Pero Nosotras sabemos de vosotros

Por todo lo que amo, miserable y sucia humanidad
voy a demostraros de qué está hecho el palpitar atroz de las galaxias
voy a perforaros los pulmones con el perfume de mi obscena y largamente desflorada libertad

Por eso
os digo

Alabemos
Nosotras, las desterradas
Conjuremos
Nosotras, Reinas Madre con ardiente jauría negra entre las piernas
Regresemos
Nosotras, carne de estigma
vírgenes, prostitutas y hermanas
sempiternas Hijas verdes de esta descastada y tibia Luna babilónica.




domingo, 13 de octubre de 2013

Abismo



Es cierto.
La poesía es el abismo.

Ella sabe mis lenguajes.
Ella sabe de la abrasadora ligadura blanca de la luna,
me muerde y me roza en mis umbrales blandos.

La poesía es la piel.

Asomarse a ella es abismarse.
Asomarse a ella es
despeñarse hacia ese maldito temblor
que acecha siempre detrás de lo visible.

A veces tengo la impresión de que la poesía aguarda delante de mí con la boca muy abierta,
y tiene unos dientes preciosos.

Yo no creo en el alma, entendéis. Creo en la eternidad porque no soy de aquí,
de este lugar que respira tan bajo.
Yo soy de un lugar en el cual la estirpe de la tormenta
hacía incendiarse el horizonte con su risa.

Alguien me tiende un verso y de pronto me desgarro los labios
en una carcajada regia
descomunal
tan magnífica y desarticulada e inmune y líquida
que se parece enormemente al llanto.

Así sucede. Es tan sencillo.

Animal inmenso, animal rojo y blanco y plata como un holocausto
el gris de sus cenizas es el gris
que podrías lamer eternamente
el gris con el que te pintarías la boca para invocar antiguos nombres.

Detrás de la poesía está el sentido.

Elijo olvidarlo, maldita sea, lo entendéis
pero lo sé.
Lo sé con su raíz hundida en mis lagunas ancestrales
y maldigo y grito y canto cada vez que alguien viene a recordármelo.
Quisiera matarlos, entonces.
Quisiera matarlos tanto
que les haría el amor furiosamente
susurrándoles −como sagrados insultos
como obscenidades tiernas−
cada una de esas condenadas palabras.

Porque detrás de la poesía está la sangre.
Y porque yo sólo creo en el alma
como en algo en lo que puede huirse y escarbarse
ese lugar oscuro donde uno se desnuda muy despacio
y se acurruca quedamente a recordar cómo se urdían
los cauces más hermosos del horror.

Oh, dioses. En el fondo sé
que lo que quiero es ser
ceniza de poesía
que lo que quiero es arder
hasta morir perpetuamente por esta piel que se despeña.