miércoles, 22 de enero de 2014

Dæmonica




Podéis hacer de mí lo que queráis
pues en el fondo sabréis que sois lo que yo he hecho de vosotros.
Apuñaladme si creéis tener el poder.
Apuñaladnos.

Me consta, criatura
que hemos de morir aún muchas veces
pese a que tú y yo hayamos sido pulcramente asesinadas
primera y séptima
portal y tumba
(esas manos que se hundían en la tierra
escarbando los altares desde el hueso cuando yo tenía otro nombre).
Y tras todo este tiempo
vuelvo ahora cabalgando la palabra que aúlla y sangra en desafío
y comprendo que hemos sido furia y dolor
ambas, primera y séptima
furia y dolor
templo ardiente y rumor de cocodrilos
sacrificadas a nuestra propia efigie como diosas.

Alguno de vosotros logró arrancarme los ojos, es cierto
y aun así
realmente creísteis en algún momento que podríais destruirme
a mí, a nosotras.
Pero qué poco, qué poco sabíais de mí entonces
qué os llevó a pensar que alguna vez yo iba a ser compasiva con la muerte
(yo, que nací para ser virgen
y escarlata Meretriz
nosotras, que hemos sido pura ciénaga
marisma y barro).

Vendrá el Príncipe,
rugen los lirios.
Y nacerá ensangrentado de lluvia y piel abierta
y su blancura será el blanco cegador de las heridas
su osamenta tierras verdes que alumbró una Luna virgen.
Vendrá y hará cantar la carne del mundo
en una convulsión febril, sedienta
los abismos floreciendo como bellas fauces negras a su paso
las razas −todas ellas− recubiertas de cenizas
sus ajadas bocas desquiciadas por lamer su sudor ígneo
su cantar remoto.

Oh, viento quebrado de lo negro.
Espero que jamás pensaras seriamente
en arrebatarme de las cosas que aún espero
−Hija anciana del crepúsculo−
desnudando la sonrisa torva de los ríos que me vieron cuando Era
acechando en la espesura de esta sombra
que aún aguarda palpitante a que desboque la plenitud de la tormenta.