© Emil Schildt |
Así otra noche más otra palabra otro zarpazo más como de animal herido
Otra noche aún preguntando siseando apartando la cabeza irguiendo los omóplatos
preparando la dulzura de las voces que no escucho
Me pregunto tanto siempre y sin embargo evito lo crucial, lo desalmado
Por qué habría de apiadarme tú no te apiadaste de mí
Dime en cierto modo quiero olvidar tu pensamiento te perdí hace tiempo al fin y al cabo ya sabes
Te di por perdido porque elegiste el maldito silencio ante todo el silencio y qué iba a hacer yo con una tumba vacía dime
sin poder llenarla más que de vigilias de bombillas de incertidumbres de agonía nada tierna de hojarasca de silenciopordios de tansolopidounpocodesilencionoestesinsonidoquemeempujayque-mearrasatodosycadaunodemisdíasdemisnoches de azucenas campanillas de colores verdes cobres grises
rojos
luego rojos
Bajo el rojo aguardé entonces como hija de la tempestad, cuánto le debió costar a esa madre inmensa alumbrarme y por eso yo jamás la dejo sola entiendes
jamás la dejo sola
jamás me
siempre, siempre dentro
la tormenta el agua el frío el viento
el inaplacable vendaval interminable el infinito ojo de tormenta que abre sus pestañas en mi pecho y ruge y canta y tiene siempre tanta, tanta hambre
y río
y río
Para qué mentir, recuerdo su sonido ya no recuerdo
aquella ansia ésta todas
tan repleta de cosas huecas cosas rotas sin pulsación alguna ni amenaza y tan sólo a veces
poesía
poesía bastarda y redentora
jamás ha sido lo mismo comprendes
jamás ha sido
y menos mal
Por qué me sangras aún a estas alturas
por qué me sangras
No sangré ya bastante acaso maldito mío criatura
no te bastó
Ahora tengo otra sangre no lo entiendes
no puedo dártela qué voy a hacerle y tampoco quiero
Ella en cambio se marchó sencillamente, eligió odiarme y al fin y al cabo eso acaba siendo paz
aunque sea al final
−muy al final−
pero al menos es algo
Y no sabes no tienes ni idea todos los altares que le tejí todas las mareas que le invoqué todas las granadas que sembré en su nombre en todos y cada uno de sus nombres
Así que no oses decir que no
no oses decir que
Silencio
Silencio maldita sea
Esta tormenta es mía en ella puedo gritar si me apetece y nadie lo sabrá lo juro
Y créeme, grito muchísimo
muchísimo
por lo menos yo intento cazarme a mí misma solamente
masticar mis propios miembros despacito, por si acaso consigo no darme cuenta
te cuesta creerme lo sé, lo huelo
así que no digas nada
sigue sentado en esa esquina deshojando a los gorriones
Ellos decían que yo era toda una delicia puedes creerlo
tanta cicatriz de la cual florecen primorosamente las cerezas
Y después preguntarán por qué soy una bestia semejante.
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