© Elena Oganesyan |
Ella me dice
debería dejar de intentarlo un poco
dice nosequé del nacimiento y de estar harta
de llevar siempre las mejillas debajo de los ojos
(Tiene
−y debéis creerme−
unos ojos de lo más bonitos
verde y azul y cuerno y sangre
ventisca y amapola
naranja circunferencia
ojo de mirlo herido y de hecatombe)
Ella sabe
como yo
de nombres
Y sabe
de la fría sepultura del desierto
más allá de cualquier noche estremecida
de cualquier lamento húmedo
cualquier plegaria
cualquier ceniza
Dice no saber de invocaciones
Dice nosequé de las ciudades enterradas
del arcén que antes fue hombre
y que no recuerda qué es ser dios
−y lo sabía, me jura
perpleja,
juro que lo sabía−
de la niña aquella, tan hermosa
más hermosa incluso
dice
que un suicidio entre la nieve
(Ella sabe también del hambre aquella
del color pardo y oscuro de la sed)
Tanto miedo
aún
y tanto
Detrás del amor está la muerte
dice
Detrás del aire
pero tiene las manos más fuertes
que he visto, y se lo digo
pero ella no me escucha
ya
no me escucha de nuevo
atravesando esta noche inmóvil
sus pies dos palomas blancas que no saben que lo son
yo la sigo simplemente
y sólo sé bien una cosa
Alejandra
digo
Alejandra
mas ella no vuelve la cabeza
demasiado concentrada en apreciar lo inapreciable
devastadora belleza
olvidada del tiempo
doncella
horadada
del tiempo
de lo mismo
A veces, pienso
debería decírselo
debería contárselo algún día
Pero luego pienso
aún camina y sueña y canta
y qué es la muerte
más que saberte muerto
qué es la muerte
más que dejar de tropezarse con el nombre de las cosas.
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