la que me hace recolectar aún hoy las conchas rotas
como si permanecer intacta e incorrupta fuese la abominación más grande
la que nos habla de cómo gritábamos al sentir la vida creciendo hacia dentro
clavándosenos hondo
haciéndonos sangrar
mientras reíamos
−porque era así, aun siendo herida
riendo
siempre riendo−
y de cómo te entretenías
escarbando pacientemente con el cuerpo hasta arañar la cara oculta del sentido
abarcando la tormenta entre los hombros
trazando símbolos arcanos en la espalda suave de las mariposas.
Ahora
cayendo
como caen las cenizas
hacia arriba
siempre hacia arriba.
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